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 ¿PUEDE EL ARTE CAMBIAR EL MUNDO?

“¿Puede el arte cambiar el mundo?” Cuando se me planteó esta cuestión mi respuesta instantánea fue un “no”, sin embargo, tras reflexionar acerca de todo lo que conlleva dicha incógnita, mi opinión se vuelve más ambigua. Es muy difícil contestar con una simple negación o afirmación. No considero que el arte en sí pueda cambiar el mundo, la cosa es, ¿existe algo que realmente pueda cambiarlo? El cambio (en cualquier aspecto) supone un proceso prolongado de adaptación a una nueva manera de vivir, pensar o ser y, cuando hablamos de un cambio a nivel mundial, ese proceso se extiende mucho más. Si bien una única obra (entendida en su concepto de fisicidad) no posee la capacidad de alterar el mundo de manera directa. No obstante, un conjunto de ellas puede lograr el cuestionamiento de ciertos valores arraigados dentro del sistema en el que vivimos por parte de sus espectadores ¿Y quiénes son esos espectadores? Toda la sociedad.
La trayectoria del artista y reconocimiento influirá en el alcance a un mayor o menor número de personas. Obviamente, a mayor popularidad mayor es la radio de repercusión. No obstante, esto no debe de desprestigiar la concienciación y acción local, que muchas veces supone un gran método de hacer llegar mensajes a diversos grupos sociales más alejados del panorama artístico. 
El arte no es una herramienta transformadora del mundo por sí sola, sin embargo, es un buen canal para transmitir mensajes de cambio y evolución. Durante toda la historia del arte han existido artistas que se han comprometido a nivel social y han empleado su obra para visibilizar y luchar por los derechos de minorías o denunciar situaciones de abuso e injusticia. Basta con observar la segunda mitad del siglo XX (hasta la actualidad) en cómo artistas como: Leon Golub, denunció las atrocidades de la guerra, en concreto la de Vietnam; Martha Rosler, con su arte político y reivindicativo de la lucha feminista y antibelicista; Judy Chicago en sus obras “se reapropia positivamente de la feminidad y como intento de excavar el contenido oculto universal fruto de la experiencia de las mujeres con su cuerpo al margen de su raza, origen social o nacionalidad”; y así un largo etcétera.
  En conclusión, el arte puede cambiar el mundo, pero no salvarlo.






















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